Jesús siempre me ha amado y también esta vez fue Él quien vino a buscarme, por iniciativa de nuestros Padres Oblatos de María Inmaculada (OMI) de la Comunidad de Aosta, guiada por el Padre Marcello Sgarbossa, Superior de la Comunidad.

Debéis saber que, en una parroquia tan grande, cada llamada telefónica suele ser una petición de servicio. Hacer, hacer, hacer… pero no siempre.

La iniciativa de la que os hablo nació con el deseo de pararse: ningún grupo nuevo, ningún objetivo deslumbrante, y todo a escondidas: el único deseo, poner en el centro nuestra identidad, el Carisma que ha alimentado, de manera más o menos consciente, los 85 años y más de vida comunitaria en Aosta.

Nos hemos encontrado:
– una tarde al mes para reunirnos
– en torno a una mesa muy especial, la que está dentro del corazón de nuestra familia religiosa, la de casa, en la que se come: no una sala de reuniones.
– en unos pocos laicos (para empezar, pero sin exclusión) y con casi todos los Padres (un acontecimiento raro, en una parroquia todo el mundo tiene siempre algo que hacer: confesiones, reuniones, visitas, catequesis).
– para caminar juntos, confrontados a la vida de San Eugenio y a las Constituciones y Reglas de la Congregación: pero no para aprender una lección, sino para compartir lo que todo esto dice a cada uno de nosotros hoy.

Emociones, confirmaciones, sorpresas, pero ante todo conciencia. Los laicos descubren y redescubren la raíz de lo que viven, de su ser Comunidad, los religiosos cuánto del carisma vivido de manera silenciosa se ha convertido en vida.

He aquí algunos de los comentarios recogidos de los participantes:
«Fascinante, revelador»
«Comunitariamente introspectivo, reflexivo y vigorizante».
«Una experiencia de Gracia, donde dar y darse a los demás, donde ser familia»
«Comunitaria y vigorizante»
«Atractiva (porque mantuvo mi atención despierta durante cada reunión), Inspiradora (porque me estimuló a imitar el pensar y vivir de San Eugenio) y Acogedora (porque me sentí en familia)»
«Es una experiencia iluminadora, afilada como la espada de San Pablo. Es imposible permanecer indiferente».

La memoria de quien escribe nos dice que algunos de nosotros ya habíamos participado en un primer itinerario hace algunos años, junto con el párroco de entonces, el padre Luigino Da Ros, que recogió el deseo de algunos laicos de conocer mejor el carisma oblato. El testimonio habla de una Comunidad acogedora, una Familia, donde experimenté el Carisma Oblato incluso antes de saber lo que era y sin que nadie me lo contara explícitamente: en otras palabras, el ADN.

Y hoy, ¿adónde nos llevará este camino? Todos somos miembros de una Familia Carismática, cada uno con su vocación particular, y juntos somos Misión, para los pobres de Dios, para nuestra pobreza. Estamos seguros de que esta iniciativa es obra del Espíritu Santo y buscamos su luz….

Hasta la próxima. Un miembro laico de la Familia Carismática OMI, Comunidad de Aosta.